Querida (ex)musa, te dedico este manuscrito para decirte…
Que aún recuerdo cuando tu traslucida espalda era ese folio vírgen en donde mi dedos danzaban y escribían todos los versos mudos que mi boca callo.
Que aún recuerdo cuando tu traslucida espalda era ese folio vírgen en donde mi dedos danzaban y escribían todos los versos mudos que mi boca callo.
Que aún recuerdo como tu tenue piel era el lienzo en blanco en el cual se dibujaba el tacto que un día compartimos.
Que aún recuerdo como aquellos viejos muelles que chirriaban y los húmedos gemidos que se escapaban del cielo de tu boca eran la única música y compañía que teníamos en las ardientes y desnudas noches de insomnio y guerra.
Que aún recuerdo aquella extraña fragancia que surgía de la mezcla de las botellas de alcohol barato a medio consumir y del roce de nuestros cuerpos privados de toda razón y lógica humana, los cuales habían sucumbido a nuestros instintos más perversos y lascivos.
Que aún
recuerdo como rompimos todo pretexto y prenda que nos cubría, como derrumbamos
todas nuestras diferencias y las barreras que nos separaban, y adoptamos nuevas
posturas para comprendernos… y follarnos aún mejor de lo que ya sabíamos hacer.
Que aún
recuerdo como fuimos dos “pseudopoetas” creando la lírica más bella, jamás escuchada, con la única fricción de
nuestros desenfrenados y consumidos cuerpos.
Que aún
recuerdo como aquel último portazo, que
bailaba un acelerado tango en los últimos días de abril, guillotino todo lo que
un día fuimos. Y lo más importante...
convirtiéndonos en el olvido y la demencia de todos nuestros recuerdos.
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